Este espacio es una recolección de lecturas. No tiene perspectiva de crítica sino es un pasatiempo personal.































3 de julio de 2009

ELEAZAR RIVERA contra el hombre

 

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Me es difícil dar medidas paralelas sobre si hay o no, poesía centroamericana(en especial la salvadoreña y nicaragüense) que marquen distintos enlaces que no sean los ligados con la historia política y económica de los setentas, ochentas, sumados con los estragos propios de la época a finales del siglo; y que aún no se han mutilado. 

Pero si logramos husmear  por ciertos  rincones encontramos  unidades que por su producción fresca y liberada nos asombran con la certidumbre de que sí vamos hacia una nueva forma de expresión intimista y a la vez, social en la Región.

Si bien es cierto, que el tema poético puede ser secundario a la hora de un análisis estético, hay conjugaciones necesarias que dan fórmulas a la historia de cómo el escritor dirige con su denuncia una propuesta ante la cultura y la moral artificiosa. 

Hoy encuentro en muchas voces jóvenes, una búsqueda intensa en la forma renovadora de cómo deben delinear su palabra pero también ligada a su mundo circundante, sin ser de movimientos "light" o arrebatados del histerismo colectivo de ciertas tendencias literarias. 

Ya no es literatura comprometida con su nación-estado-circunstancia sino una adhesión a sí mismo, a él (su propio yo lírico) como centro universal y por lo tanto, confrontador de todos los dominios externos.

Así me encontré al poeta salvadoreño Eleazar Rivera, dominado por la palabra  irreverente y con una nueva propuesta estética.

Dicen sus heridas:

"Humano.  Terriblemente humano.  Dueño de todos los cepos, de todos los grilletes, de todos los barrotes.  Mi pasaporte tiene una herida; un puñal le cortó la identidad. "

Es una confesión sin parquedad no solo por dejar parir sus miedos,  sus patrias que ya se ven como ajenas,  su rebeldía de respirar porque sí y porque no hay otra opción con la palabra... sino porque nos propone una versatilidad sin atajos verbales  ni metáforas redundantes.

Liberado como debe hablarse, como lo siente al escribir, como entender lo que me dice  porque es lo que quiso decirme.

Contra el hombre y contra todos les dejo su poesía:

libro elezara

EL CONTRAHOMBRE

He crecido con el fuego en las manos. He visto florecer la sangre de escorpiones. Me he llamado hombre; pero, nada tengo que ver con el homo sapiens. Me agrada entrar a las fiestas y a los festivales a los que nadie me ha invitado. Trato de llamar la atención de las cámaras y aparecer en los titulares de los periódicos. Me entristece el salitre y el color de las cebras. Escucho el eco de pretéritas estan-cias. Medusas me hacen nacer de su sangre después que Perseo hace rodar sus cabellos.

 

LA PATRIA DE LOS ROBLES

 

Esta es la patria de los robles

aquí olvidaron

su guitarra

los grillos

y en ellas

nacieron ciudades

y memorias

 

Esta ciudad es grande

los muros que la protegen

están construidos

de huesos

y sombreros

 

Aquí no hay sol

y llueven piedras

cuando alguien quiere verlo

 

La noche se prolonga

y sus racimos

se pudren

en nuestras vidas

 

El recuerdo hiede

y nos carcome

 

Los pájaros mueren

antes de levantarse de las cenizas

 

Un río corre a unos metros

y en sus cristales

las figuras se detienen

beben estío

y regresan a sus sombras

 

Una antorcha

se enciende bajo la lluvia

y un rayo muere

en el mismo instante

que los centauros brindan

por el frío de los robles .

POSTULADO DE UN OFICIO
 
Me declaro en rebeldía por el duelo de las horas. Protesto por el silencio de los verbos.  Aquí se terminaron los escupitajos.  Esta sangre bullendo; esta bandera que es mi insignia; este crepitar desde el relámpago; esta fosforescencia en pleno vuelo es flecha con la que no quiero herir a nadie. No soy el demonio ni cosa que se le parezca. Soy heredero del verbo de Cervantes.  He encendido los fusibles en las tinieblas del sobresalto.  No me considero profeta, ni amante del hormiguero.  Mi oficio es palabrear los prismas de la luz; prestar aguaceros al que desama; escupir y guardar luto.  Mi oficio es declararme en rebeldía por los aguijones del cancel donde me escondo.  Mi trabajo es transitar el laberinto de la insanidad, sabiendo que en algún planeta encontraré el eco para suicidar a los que traicionan la palabra.
 
EXPEDIENTE DE UNA DESMEMORIA
No recuerdo mi nombre.  No.  No recuerdo su gracia, su rostro, su cuerpo, su voz y su sonrisa.  Olvidé mi nombre en algún cenicero un día de sombreros húmedos.  Olvidé mi nombre en la angustia de la edad perdida; en la aureola del niño que se perdió al bajar de la duda y del sobresalto.  Olvidé mi nombre en las huellas del aguacero.
 
El nombre que cargo no es mío; lo arranqué de un libro lleno de siglos que encontré tirado en el bosque de la amargura.  Este nombre pesa demasiado.  No usa mis zapatos.  No lee mis libros.  Mi ropa no es de su talla.  Tenemos costumbres distintas.
 
No recuerdo mi nombre y mi sombra se burla de mí a cada instante.  He dejado de ser yo, para ser otro.  Otro que yo no conozco, pero que me es conocido;  porque tiene el mismo nombre mío, usa la misma ropa mía, habla igual que mí, usa los zapatos míos y deja las mimas huellas mías. 
Soy otro y no sé si el otro, soy yo.
 

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