Este espacio es una recolección de lecturas. No tiene perspectiva de crítica sino es un pasatiempo personal.































7 de junio de 2009

"Estoy en contra de interpretaciones estúpidas" (Estadounidense Susan Sontag)

 

Susan st

La poesía me encontró como a muchos desde muy niña, aún sin saber leer y escribir pero con el asombro. Luego, cuando encontraba palabras extrañas, las repintaba en las hojas de plátano con palillos de la higuera. Era mi metamorfosis, mi juego con el diccionario y el miedo a la oscuridad. 

Conforme fui creciendo, decidí llamarme poeta aunque en la escuela nadie percibió mi amor por las palabras. Mis padres sí lo olfatearon y me dieron el zarpazo para ir más allá. Mi nacimiento formal fue en la década circunstancial de los 80`s, porque fue allí donde empecé a buscar desordenadamente mi formación interpretativa de la literatura.

Me sostuve ante la ceguedad y sin paredes en donde apoyar mi efusión por las letras. Personalmente, creo que los 80´s fue una época particular y fantasmal para la literatura costarricense. Caminé por talleres, contra-talleres, movimientos adictos de poder y odio. Aprendí mucho, digo y luego en otras, me ha sido necesario des-aprender. Era lo que había y punto.

Ahora comento con los que llevan menos horas de vuelo en esto, que si hacen de la literatura su trazo de por vida, luchen por mantener la mirada limpia e ingenua del "primitivo", no dejarse llevar por idées reçues en ningún momento; que no se avergüencen de ser dueños de una ignorancia neutral y sin prejuicios; y por supuesto, que logren vencerla siempre con el discernimiento y no solo con la redundancia teórica.

Que se cuestionen todo, que sus ideas no se inscriban con sangre, que el cerebro lo remuevan en baldes de agua fría, que pierdan toda religiosidad sobre aquellos que los compelan a cantar la palinodia, que se vuelvan ateos de toda doctrina o receta de cómo se hace, qué es o que no es literatura. Que lean de todo, lo bueno, lo malo, lo feo y lo bonito. Que sepan revertir el proceso de lectura, primero lo afín y luego, lo clásico o como les venga en gana.

Que será común la arrogancia de muchos y la crueldad con que invisibilizan a otros. Que existe el canibalismo cultural pero que no se aflijan por ello, que pueden aprender a subastarse con disposición, compromiso y sustancia por su obra.

Y aquí es donde aparece Susan Sontag, una mujer cuestionadora que me dice de los seres que deben coexistir dentro de un escritor:

el loco y el obsesivo,

el idiota,

el estilista,

y el crítico.

Elementos que a veces escucho en mi intuición y duermen por ratitos para despertarse de sobresaltos.

Fue por ella, por Sontag, escritora estadounidense, que empecé a resquebrajar mis ideas, aunque no comparto a plenitud sus percepciones. 

Pero llegué a ella por casualidad. La observé en un documental basado en sus pasiones literarias, sus irreverencias ideológicas y biográficas -no muy acordes- para la década de los 60´s. 

Para ese tiempo, inició una nueva lógica, una exploración por las condiciones humanas, a través de la cultura, el arte y la percepción sobre la paráfrasis de esa realidad. CONTRA LA INTERPRETACIÓN, fue el libro que reunió todos sus ensayos, era como una declaración de sus propios principios: guerrear contra toda superficialidad, simulación, e indiferencia estética y ética.

La inerte búsqueda de significados en la obra de arte, y la defensa de la intuición como medio para acercarse a la experiencia del fenómeno artístico, fue el eje de este libro.

Sus propuestas alarmaban, las tergiversaron, las anularon, las juntaron luego a pedacitos para premiarla. En una de sus últimas entrevistas le sugirieron las razones del por qué estaba en contra de toda interpretación del arte y ella dijo: - No estoy en contra de ellas sino de las interpretaciones estúpidas.

Ella garrocha afirmaciones con resbaladiza seguridad pero no son mi receta: "La poesía debe ser exacta, intensa, concreta, significante, rítmica, formal, compleja". En sus arbitrajes, aun en los menos penetrantes, la remacharon en una imagen de intelectual irreverente que la marcó hasta lo concluyente de su vida y que le valió el sarcasmo de la opinión pública cuando, al hablar de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, dijo que eran "una consecuencia natural de las alianzas y las acciones de los Estados Unidos" y que de los atacantes se podía decir todo menos que fueran cobardes.

Esa mixtura de ser, no era, ni es aún, habitual; y desde ella, desde su estatus como crítica relevante de la cultura estadounidense contemporánea, Sontag refrescó el ensayo sofisticado y mundanal y lo transmutó en un utensilio idóneo para inquirir en temas -no comunes- como las drogas, la pornografía, la política y la literatura occidental. Así nace su segundo libro de ensayos, Estilos radicales, publicado en 1969.

Ese reportaje visual fue la esencia de su manera de ver y vivir el mundo; de cómo debo verme en lo sucesivo. No me atrajeron exactamente sus escritos filosóficos, ni sus rasgaduras de teórica (hoy es casi inaccesible encontrar sus libros y hay pocas traducciones de sus ensayos) sino por su activismo impulsivo y preponderante, su palabra irreverente, sin prejuicios ni miedos por la crítica de su momento. Escritora de orgullo controlado pero desinhibida ante el compromiso y el liderazgo cultural.

Una autora que debe ser peaje peatonal en el camino de todo escritor, aunque sea, leerla por casualidad.